viernes, 12 de agosto de 2011

Continuación 2

No sé si es gracioso o penoso. No lo sé. Me encuentro perdido. Agotado. Calambres en las piernas y pocas ganas de sonreir. Sólo me anima verme con la chupa de la moto y verme más delgado. Y cuando me bajo de ella, me desabrocho la cazadora, todo vuelve a la oscuridad. Ahogado, agotado por un trabajo psicológicamente tan mercenario como desquiciante. Esto me está haciendo más fuerte. Mañana, pasado o en el próximo curro, tendré más aguante o cortaré antes el bacalao. Por ahora, estoy retandome a mi mismo el "aguante" que pueda tener.
Hoy ha sido un día ... si ayer escribía que todo era monotonía y que estaba pensando en pedir sexo sin compromiso. Hoy nada. Ni sexo ni monotonía. De lo poco que sé sobre esto de vivir, cada día saco algo más en claro. El destino me lleva la contraria. Un ejemplo: Cuando yo me ilusionaba con una chica ... siempre aparecía otro o yo no le gustaba. Ayer se vió claro. Escribí que si monotonía que si tal y me pensaba yo, iba a ser tal la monotonía, que me puse a pensar en temas superfluos como el sexo.
Hoy a las 7 de la mañana, en pleno apogeo cafetero y a falta de una hora para que viniera la cocina me han venido 4 a
a almorzar. No tenían sangre. Tenían alcohol y gritos como combustible para sus cuerpos.
Total que ahí que me he lanzado yo. Corriendo entre barra y cocina. Mientras ponía las patatas fritas corría cual perro tras su juguete, a poner otros tres cafés más. Esa descarga de adrenalina madrugadora es mejor que una ducha con agua fría.
Ya sobre las 8 de la mañana, sorprendido de que la cocinera no viniera puntual como acostumbraba, en una de mis INTUICIONES que nunca fallan, he pensado durante 3 segundos: "Unai. A que esta no viene hoy." Seguidamente aparecía ella por la puerta. Suspiro. Sonrisa y sal para la barra.
Sobre las 1o de la mañana me dice que hasta siempre. Dejo de sonreir. Cejas arqueadas y comienzo de un ritmo cardiaco en aceleración. Me explica que no quiere seguir más y que no va a volver. Por un lado la entiendo. Por otro empiezo a cagarme en su puta madre. Sonrío.
Se va. Llamo a mi padre. Sonrío. Me dice que no se puede acercar por que es su día libre. Miro al cielo. Sonrío irónicamente. Miro el reloj. 10:30. Miro al cielo mientras empiezo a acordarme de Dios y sus grandezas celestiales. Quedarme sin cocinera significa quedarme hasta las 4 de la tarde. 3 horas y media que no cobraré y que no sacaré beneficio alguno. Vuelvo a sonreir. Miro al suelo.
Comienza a llenarse el bar de gente. Justo en ese momento empiezan a sonar los 3 teléfonos fijos del bar. Dos están conectados entre sí y otro es a parte. Mientras atiendo descuelgo uno. Hablo, atiendo. Sonrío. Cuelgo rápido para coger el otro inhalámbrico. Sonrío. Me veo reflejado en el espejo. Empiezo a verme desfigurado. En el fondo esta segunda eyaculación de adrenalina me sigue gustando. Es un placer oculto. Sonrío y solvento a clientela y llamadas. Según cuelgo el teléfono empieza a sonar el movil. "3 bocadillos de tortilla de patata" me gritan. En apenas 3 segundos empiezo a odiar el bar, los teléfonos y la gente. Reflexionandolo ahora me doy cuenta de que estoy loco. Me da igual.
Sonrío. Mi padre me pregunta tranquilo y relajado el motivo por los que se va la cocinera. Los sé. Me los callo porque son cosas entre ellos. Se lo hago saber. En su tranquilidad comienza a hablarme de cosas banales. Sonrío. Miro mis manos poniendo 3 bocadillos de tortilla de patata. Me descrubro rápido con el pan, hablando por teléfono. Pero ese no soy yo. Es mi autómata. Yo no escucho a mi padre. Yo me sorprendo viendo la rapidez con la que caliento la tortilla y meto entre el pan. No escucho a mi padre. Siento el zumbido cual colmena de la gente hablando. No distingo voces o conversaciones. Un inmenso silencio y un zumbido lejano.
De repente vuelvo. Sirvo. Sonrío. Cuelgo. Más gente. Vuelve a sonar el teléfono. Me dicen que tengo cocinera para las 12:30. Son las 11: 15. Me pide que le explique cómo se trabaja, qué se espera de ella ... Que la forme. Sonrío. En el fondo la rabia me absorve. El estrés y el impulso o la infantil impotencia me indican que un puñetazo a cualquier cosa cercana, mejoraría mi situación. No lo hago. Sonrío. Empiezo a tener un nudo en la boca del estómago. Hasta las 12:30 la cosa sigue igual. Gente, teléfonos. Teléfonos y más gente. Termino por apagar el movil enrrabietado. Entre tantas escribo un mensaje a la chica de ayer: "como buena copilota que me demostraste ser, te has ganado un asiento. ¿qué te parece tomar algo mañana por la noche? Hendaya puede esperar."
Viene mi relebo. Según voy hacia la cocina viene la nueva cocinera. De un simple vistazo su cuerpo me deslumbra. Cuando llego a su rostro. Él mismo me delata. Como buena cocinera (cocinero) peca de lo mismo que los anteriores. Un pulso tembloroso. Dientes transparentes con tintes negros ... y sí. Es su primer contacto con un puesto de trabajo. Y claro que está nerviosa. Pero voy más allá. Sin tiempo para pensar comienzo a explicarle todo lo que yo sé. Cuando voy por la mitad aparece mi padre. Respiro hondo. Sonrío. Empieza a volverme loco. Empieza a repetirnos 12 veces que el bacon, hay que meterlo dos segundos en la freidora para no quemarnos. Lo repite de seguido. 4 veces del tirón. y otras 6 intercaladas en apenas minuto y medio. Ella me sonríe. Yo sonrío. Me desespero. Me entristezco y me agobio. Me lleno de rabia. Sonrío y miro al cielo como un jugador mira al árbitro para reclamar.
Corto jamón, bacon, tocinos. Preparo ensaladilla rusa, albóndigas. Ella mira. Comienza a contarme que está muy nerviosa, que es importante. Para relajarla yo también le doy coba. Cuanto antes coja confianza mejor para todos. Le indico que mientras también puede y pelando patatas para remojar. Se hace la sorda. 3 veces más tarde menciono su nombre. Pausa. Vuelvo a recomendarle pelar patatas.
Dan las 14:30. Dos menús. Le pido que esté atenta. Desaparece. Le pido que me vaya buscando ingredientes mientras preparo otra parte del menú. Que no hay prisa. Voy cocinando y llegado el momento me dice que se agobia y que se va a marchar. Que le deje los pintxos escritos para llevarselos a casa. Ya no me sorprende nada. Lo escribo mientras cocino. Sonrío. Se marcha.
Miro la cocina hecha una mierda. Lloraría. Pero no puedo. Mi forma de ser me lo impide. No porque lo considere inferior ya que me considero de fácil lágrima. Más bien porque soy un guerrero empedernido. Entre pitos y flautas me dan las 4 de la tarde.
Vuelvo a las 8. No he conseguido dormir. Tras dos encuentas y un mensaje de La Caixa mientra intentaba dormir desisto. Me he levantado. Mirado el móvil. No ha contestado. No hay copilota. Vuelvo a sonreir. Respiro en parte alibiado.
Mi padre exige la cocina limpia e impoluta. Le cuelgo antes de acabar. Estoy quemado. De mala ostia. Y el único arrebato que me puedo permitir es colgarle para después volver a contestar al teléfono. La cosa no está para desperdiciar empleos aunque estés jodido. Peor es estar sin dinero y sin trabajo.

Dejo la cocina limpia. Llego a casa a las 00:20. Calambres en las piernas. De reojo saber que me he levantado a las 5:30 del día anterior. Mañana en cuanto salga del bar, me cojo el coche y me voy a Hendaya. Por fin voy a atreverme a ir a la playa nudista. LLevo 3 años queriendo ir. Este año toca desnudarme. Metáfora de que, de lo desgastado que estoy, no me queda más que la ropa.

3 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  2. Menudo día de mierda hermano.

    Que disfrutes en Hendaya, ya curro yo por tí sábado y domingo ;)

    ResponderEliminar
  3. Ánimo unai! Para que veas que de vez en cuando sigo cotilleando por aki!

    Un saludo

    ResponderEliminar