lunes, 28 de noviembre de 2011

Experimentando con la brevedad

No sé quién coño será mi dios. Si quizás adore al equivocado, o el que me tocó es un bromista. En las últimas 24 horas he recibido más ostias que una piñata. Gracias a ... venga ya. Ni dioses ni tonterías, gracias al mendigo, sólo se me ha llevado los zapatos y 20 euros de la cartera. A cambio me ha dejado otros 20 y una nueva sensación que sentir. Me levanto. Tan sólo un chichón en la frente y un par de cortes en el antebrazo izquierdo. Me pongo en pie. Panopawers ya os digo que es una ciudad especial. Camino rumbo de la parte añeja de la misma. No tengo zapatos y es incomodísimo caminar sobre adoquines y gravilla con unos calcetines del chino. Me la sopla. Voy fijándome en los tejados de los edificios.
Es paradójico cómo en nuestra vida intentamos aupar objetivos altos y magníficos, cuando en realidad no miramos más allá de lo que tenemos de frente. Vale. Podrás decirme que hay que ser constante en un objetivo y no distraerse. Pero la de detalles que nos perdemos ...
Pena que no me trajera la cámara de fotos. Comparten junto a unas vistas del extraradio de Panopawers , el mismo banco, un indigente y dos adolescentes. El primero va vestido de negro. Gorro de lana y guantes sin puntas. Jersey blanco y encima un chaleco también negro. Debido al angulo en el que está sentado se puede descubrir que lleva 3 pantalones puestos. Uno es blanco, el otro azul y el que se ve, es morado. Es aquel típico pantalón de chandal de los 90 que seguramente habrás llevado de pequeño. Observa asombrado y concentrado, el bombin oxidado con su respectiva llave. Intentado descifrar cómo es su funcionamiento y soñando más que intentando descifrar, qué tipo de cosas protegió cuando era útil.
Al lado dos chicos con móviles de última genereación. Vestidos con ropas demasiado grandes para ellos. El que está más cerca al mendigo, más que pantalones parece que llevara dos sacos de tela unidos en el centro por una bolsa de almuerzo, de esas que todos hemos llevado al colegio cuando no sabíamos que era ni una suma. Capuchas gigantes y miradas de tipo duro. Juntos y enfrascados en la tecnología sin mirarse. Seguramente el valor de esas prendas gigantes y que en cara tan agria parece transformar a sus portadores, superaría a lo que protegía el bombín del mendigo. Sin embargo aunque juntos los tres, ni se miraban. Y menos aquellos dos niños, tecnológicos y duros. Cuya dureza había forjada por no tener la consola de turno o saldo en sus apretadas avanzadillas tecnológicas.
En el marco que enmarcaba mi visión lo he visto. Voy a poner en práctica mi tésis.
Entro por el portal. Subo por las escaleras hasta lo más alto. Justo. Encuentro un ventanuco que da a la azotea.
Desde aquí la vista es preciosa. Puedo divisar toda la ciudad. La temperatura es muy buena así que ¿por qué no? Me quito la camiseta y los pantalones. Nadie se percata. Me quito el calzoncillo quedándome blanco por completo. Giro sobre mi mismo respirando hondo por el chute de adrenalina. Me encanta esta sensación. Según acabo el giro, veo cómo una mujer me saluda efusivmente. Parece contenta. Está apoyada sobre la varandilla de un ático. También desnuda. El chico que está desnudo detrás suya y bailando también me saluda.
Río a carcajadas tan altas que les contagio. Me quedo sorprendido y les hago un movimiento de cadera que mueve mi sexo cual trompa de elefante se ríen. Me siento sobre las tejas y observo la ciudad.

viernes, 25 de noviembre de 2011

PArte 8 entre tanto

-Panopawer es en realidad un experimiento con resultado satisfactorio del gobierno. Franco le dio al coco para tener controlado a todo un pueblo. Yo no fui ni su mano derecha ni nada. Soy su hermano. No me conoce nadie. No existo desde que tengo 30 años para el gobierno. Soy Anselmo Fausto Crespo. Atrás quedó Juan José David Franco Bahamontes. Si quieres creertelo bien. Si no ¿por qué no me pasas un poco de eso?-

Anselmo señaló el porro ya liado. Joder estará loco perdido pero cómo gorronea. Como mínimo sorprendente. El día hace que le crea. La razón y la incredulidad me lo impiden. ¿Por qué cojones me cuenta esto a mi? Yo que soy el último desgraciado de esta feliz y enorme ciudad.

-Todo cuadra. ¿Cuando se acabó la guerra?- me preguntó.
-En 1939 sí. Pero Anselmo. Si todo esto es para gorronearme hierba ... joder yo a usted se la regalo. Solamente por la edad que tiene y por las ansias con las que fuma tiene mérito.-

-Mi Hermano Fran, consiguió derrocar a los republicanos. Claro que ansiaba poder. Pero también experimentar con humanos. Yo nunca fui conocido. Me tenían demasiado controlado. Entre otras cosas por mi trato de preferencia hacia los rojos. Más de una vez me pasé 3 meses en calabozo porque me descubrieron en asambleas. Mi hermano ya tenía pensado cómo controlar a las masas. En EEUU había un proyecto pero nunca se llegó a realizar con humanos. En cambio el General sí que se atrevió. Y en 1941 me mandó fundar un pueblo en unos terrenos del Estado.
Dicho experimento consistía en el control de varios sujetos mediante una sustancia. Pasando todos a ser de una ideología específica y con unas pautas sociales determinadas.
¿Cómo consiguió convencerme? Me dio poder. Me rendí a su encanto. Yo hablaba y el resto escuchaba. Fuimos el primer pueblo elegido democráticamente dentro de la dictadura.

-Anselmo todo eso está de puta madre. Pero aún siendo verdad. ¿Cómo controlar a tanta gente?
- Te gusta el sabor del agua de Panopawer ¿verdad?- Me preguntó mientras se acababa el porro. La conversación era interesante y sus pulmones también debían de serlo.

-Don Anselmo. El agua de este pueblo no tiene sabor. Ni siquiera ese intento de sabor no salado, que tiene el agua potable de las ciudades costeras.

-Eso es porque las pastillas funcionan. Escucha. El proyecto consistía en drogar a la población con unas pastillas insípidas e incoloras que echabamos en la planta potabilizadora. Al principio echábamos unas 10 cajas al día. Conforme la tecnología avanzó, necesitabamos menos hasta que gracias a la concentración de sustancia en la pastilla, la última vez que yo estaba al corriente hace 20 años, bastaban con dos para hacer el mismo efecto que las 10 cajas de antes.

-Anselmo deje de fumar ostias. Que no le sienta bien. Que me desvaría. SI es así ¿Cómo es que con la de estudios independientes que ha habido con el agua, nunca se ha conseguido sacar nada?
Y además. Aquí la gente parece perfecta. Simpática pero en relidad son todos una jauría de perros sarnosos que se mordisquean el trasero a sí mismos, pensando que no hay otra cosa que morder ni oler. Centrándose en el olor de mierda ajena del ambiente pero creyéndose por completo que ese olor no viene de su trasero.

- Por eso mismo te cuento a ti esto. Por que eres distinto. Cómo si no fueras de aquí.
Es muy sencillo ... ¿Cómo te llamabas? Bueno me da igual. Dinero y miedo es la respuesta. Las dos armas más eficaces que ha inventado el Ser Humano. Al principio a los primeros estudios se les huntaba con bien de dinero por parte del Gobierno. Más tarde se corrió la voz de que cada vez que hacías un estudio sobre el agua en Panopawer, sacabas buena tajada. Entonces para evitar a buitres, empezamos a machacar a inpecciones de Hacienda y Trabajo a las empresas carroñeras. Conseguimos acojonarlas y que no vinieran.
En cuanto a tu segunda pregunta. Es muy sencillo. Psicología colectiva. Si tu ves a doscientas personas en un centro comercial que huyen en sentido contrario al que tu vienes y gritando algo indescifrable, por instinto les seguirás. Aunque no sepas de qué huyen o hacia donde van.
Panopawer es igual Desde hace 10 años no hacen falta pastillas. La gente a idealizado este lugar. Es algo así como el edén terrenal. Somos personas y tenemos debilidades. Pero es tal la presión de la psicología colectiva, que nadie quiere perturbar el buen ambiente reinante. Todos nos drogamos, bebemos, tenemos prácticas sexuales extrañas y bizarras. Pero si te fijas todos menos tú, lo hacemos a escondidas.-

-¿Yo? Venga Anselmo. Ahora me dirá que soy el elegido. Que vengo a liberaros.- Le dije al punto de la carcajada.
-Tu hijo de puta, tienes suerte de seguir vivo. Eres la amenaza constante de esta ciudad. Eres el único que no teme que le pillen fumando aliño, ni que le pillen con una puta en medio de un lavadero. Eres algo así como el anticristo. Pero es divertido. Posiblemente ya sepan todos tus hábitos. Sepan qué haces y cómo lo intentas hacer. Posiblemente estén pensando en quitarte de en medio o, visto que llevas vivendo 20 años aquí ... igual te dejan pulular y les sirves como conejillo de indias.

-Anselmo. Esta mierda de orujo que tiene usted aquí es cojonuda. De lo mala que es, mete un cebollazo que ni el mejor JB. Así que me vio en el lavadero. ¿Se le puso dura al menos?- Le dije en un tono entre irónico e hiriente.

-Me caes bien chaval. En el fondo me caes bien y por eso te cuento esta historia. Yo hubo un momento en que elegí hacerme el loco. Pasé de vivir como mis colegas. Me fui a Bélgica, fundé una empresa de comida rápida que fue absorvida por unos yanquis. Me follé a los mejores travestis de la época. En los 80 yo le pasaba la coca a Merkury y en los 90 le preparaba los picos a Cobain. Dejé la mierda esta de pueblo. Estoy forradísimo pero no me interesa demostrarlo.
¿Para qué? Para llenarme de amigos.
En el fondo somos iguales. Aunque no lo creas. Totalmente iguales. Por cierto. La mierda esa de alcohol para heridas te vendrá bien para la herida de la mandíbula.- Me respondió mientras se incorporó.

Al levantarse agarró una madera. Cogió impulso y ... fundido en negro. Silencio.

jueves, 24 de noviembre de 2011

Continuación parte 8

Verás. La ciudad para mi es como una pradera para alguien del campo. Algo que sabes que tienes muy cerca. Que sabes que siempre está ahí. Tan inerte y viva al mismo tiempo. En ambos casos poder perderse durante horas imaginando e incluso llegando a no saber dónde estás, es un placer único.

Panopawer es una ciudad relativamente nueva. Empezó como un pueblo. De ahí debido a unos pactos políticos a barrio periférico. De lo bien que se vivía en Panopawer la gente acudió en masa y pasó a ser una ciudad independiente y autónoma. Panopawer no tendrá más de 70 años y su mayor expansión fue cuando Franco decidió reunirse con Lucifer. Eso sí. La gente siempre ha sido muy luchadora y siempre han sabido qué tipo de urbe querían.

Los gitanos se habían amoldado a las leyes payas. Eran más gentiles y educados incluso que muchos de los nuevos habitantes de Panopawer.
La historia de la ciudad era pausible en cada banco del parque central. Anselmo jugaba con su cuadrilla al mus todos los días en verano. Petaca escondida y Ducados negro para poder toser agusto y sentirse cómo en sus tiempos mozos. Hacía trampas a los que fueron en su día sus propios ediles de ayuntamiento. Allí se reunían Domingo, Joaquin, José, Antonio. En realidad estos últimos hacían un favor a Don Anselmo. Quien perdió la cabeza durante los 80 abusando del ácido. Anselmo recordaba que en su día mandaba. Que tenía poder. Él decía que había sido duque de Amsterdam, rey de Finlandia y que el Generalísimo le preguntaba a él, sobre qué tipo de acciones militares tomar sobre su roja dictadura.

Tres de cada cuatro semanas, le traían ropa en mejor estado, le daban un cartón de tabaco y le regalaban una botella de Chivas rellenada previamente, con whisky de garrafón.
Nunca estaba sólo. Si no estaba con sus amigos, siempre merodeaba cerca Joserra. El mayor ladrón que aquellos arrugados ediles habían conocido. Consiguió cambiar las escrituras de unos terrenos colindantes con la iglesia, para poder tener 2 hectáreas más de campo. Con la industrialización, por las noches se acercaba a las fábricas y abría los coches de los trabajadores. Vecinos suyos y amigos de la infancia. Por no decir de cuando entró al convento y violó a 4 monjas. Una de ellas, una novicia que apenas llevaba dos meses de claustro, que cogió gusto y pasó a servir a un chulo dos calles más abajo. Joserra era su mejor cliente y le hacía descuentos.
Pues bien. Ahora Joserra llevaba gafas oscuras. Tan oscuras cómo su vida había sido. Cuentan, que una vez, al salir corriendo después de un atraco, se cayó sobre una colmena y la abeja reina de picó en la misma córnea del ojo. Que más tarde fue a pescar a un lago con un amigo y que éste le clavó el anzuelo en el ojo. Y fue tan buen cebo y tuvo tan buen ojo su amigo, que sacaron un Barbo de 3 metros y 80 kilos.

Pero eran sólo historias. Joserra, Anselmo y yo sabíamos la verdad. Sabíamos que ... Pero quizás sea más interesante contar que Joserra nunca se separaba de Anselmo. Anselmo era los ojos para Joserra y Joserra dentro de su avanzada edad, era una avanzada hacía la cordura de Anselmo.

Hoy no era verano. En medio del parque estaba Anselmo. Gritando a un árbol que se apartara. Que no necesitaba más compañía que la de su botella de vino. Me acerqué y le di un cigarro.

-Chico, tú me conoces bien ¿verdad?- Dijo Anselmo distinto.
-Hago lo que puedo don Anselmo. Usted fue una persona importante y le admiro pero ultimamente ...-

-¿Ultimamente qué?- Inquirió mientras se encendía, el hasta ese momento, cigarro subencionado por el trabajo de guardia jurado.

-Coño. Pues que desvaría ... que yo le tengo una alta estima. Pero que usted no está en este mundo.- Le respondí con toda la poca bondad que quedaba en mi ser. Quizás reservada para este momento.

-¿Yo? Yo estoy de puta madre. Que me haga el loco no significa que lo esté.- Me dijo pegado a mi rostro. Olía su aliento a garbanzos. Y prosiguió - No me interesa recordar quién fui. Qué hice y cómo lo hice. Todo lo que hice fue porque en ese momento lo vi necesario y justo. ¿Para qué preocuparme una vez que el hombre de la Parca me saluda tras la siguiente esquina a la que llego?- No elegí vivir como Antonio o como José. Yo no elegí tener una familia perfecta, una hipotéca y un BMW una vez jubilado. Yo elegí vivir de otra manera. No conformarme-

Su discurso me dejaba atónito a la vez que ansioso de escuchar cual era su verdadera historia. La que ningún otro de la ciudad. De los que le conocían desde pequeño, conocían. Me daba la llave para acceder al sumun de la sabiduría. Conocer el orígen de dónde vivo sin alteraciones. De forma pura.

Tachín tachán y turututá jajaja Por cierto. Que bien sonaría "Una décima de segundo" de Nacha Pop mientras lees esta ultima parte.

domingo, 20 de noviembre de 2011

Parte 8 comienzo

Mira Camaleón la cosa está jodida. Si quieres entregar lo que debes bien. De lo contrario ya sabes lo que te espera. Aquí no jugamos a ser Sherlok Holmes y sus 7 enanitos. -

Lo sé. Oye ¿de verdad que no eres vecino mío? Cualquiera diría que has sido tú el que la ha tirado por la ventana.-

Pedazo de subnormal. Las gracias te las metes por el culo. Para cuando estés con tus amiguitos en la discotecas e intentes meterle tu micro pene a esa chica que baila tan bien y que te ha racaneado 3 cubatas y va camino de joderte otro porro.-

Claro que reconocí las palabras de mi interlocutor. Tengo que confesar que no fue ninguna alegría. Era más bien como cuando vienen esos familiares lejanos. Sabes que tienes que hacer frente a la situación pero no hay ninguna gana.

-Deja de picar muelas y dime dónde encontrarnos. Porque como tenga que encontrarte ya sabes lo que le pasó a Jesús Mari. Y ... Joder ¿de verdad quieres pasar por lo mismo otra vez? No sé. Desde aquí pensamos que te va el royo sado. Sí. Ya sabes, lo de las ceras, las pinzas en los pezones y ¿qué me dices de las pinzas del coche pegadas a tu lengua? Eléctrico ¿qué no?-

Le cuelgo. Para recibir amenazas ya tengo a mi jefe. No necesito otro subnormal. Lo malo de este es que es peligroso. Absurdamente peligroso.

Sahid me pasa un porrito que se había liado. Después de vomitar espero que no me haya dejado ningún tropezón pegado al papel.
Le meto un sorbo a la bebida. Joder si no fuera por mi pasado, mi presente y el desconocimiento del futuro, mi vida sería perfecta.

Sube el rotwailer caníbal y se sienta a mi lado. En el fondo somos los dos iguales de carniceros. Tiene el hozico lleno de sangre. Dios. Ni Tarantino hubiera imaginado imagen tan grotesca.
Alcohólico en ropa interior, fumando aliño con su perro "come lenguas" en una habitación de la España del destape. Sólo falta Paco Martínez Soria con las gallinas y diciendo que esto de la capital no es para él.

Decido salir a la calle. Coger el coche y evadirme de la realidad que me rodea. La puta llamada es lo único que no me ha encajado todavía. De aquello hace ya mucho tiempo y olvidar era claro que no se olvidarían pero no sé, para el volumen de negocio tampoco les hice perder tanto dinero.

Bajo por escaleras. Es una manera absurda de no ponerme a pensar en más tonterías ante la espera del ascensor. Pasa el tiempo y aunque los vecinos mayores parecen los mismos, los más jóvenes cambian rápidamente en apenas unos meses. De ser pequeños sacos de hormonas a espigarse y mutarse como Pokémons.

Paso de coger el coche. Hoy hay día libre. Toca salir por la ciudad

domingo, 13 de noviembre de 2011

Final parte 7

Suena un trueno enorme. Giro hacia la izquierda 4 metros, abro agua. Me miro en el espejo, una barba de hace 4 meses asola mi rostro. Tengo la mirada oscura y perdida. No consigo siquiera encontrarme en el espejo. Me mojo la barba con agua caliente. Poso la espuma sin fuerza. Desganado. Cojo la navaja. Me doy un repaso por el gaznate con la hoja. Todo sucede muy lento. No me tiembla el pulso pero no pienso hacerlo.

De lejos creo escuchar a la vecina de arriba. Está a kilómetros de mí. Todo ocurre muy lento. Sólo mi reflejo desganado y yo. Ninguno de los dos parece tener la intención de alegrarle el día al otro.
Me afeito. Me hecho colonia después del afeitado. Joder que si escuece. Pero me alegra saber que al menos puedo sentirlo. Peor sería estar frío.
La vecina sigue chillando. Sigo esuchandola a kilómetros de mi. Cruzo dos metros en diagonal el pasillo saliendo del baño. No para de llover. Qué agusto estoy en casa. Y qué protegido.

Al darme la vuelta Sahid y Julio están apollados en el marco de la puerta. Inmóviles y con cara de pánico. Vuelvo en mí. Esucho el llanto de la vecina. Dios ese puto llanto desgarrador me aterra. Hace que quiera salir pitando sin saber por qué. Supongo que será el instinto de supervivencia.

Voy a coger el Blody Mary que tenía en la cocina. La vecina de enfrente está asomada por la ventana y mira hacia abajo. Doy un sorbo a la bebida. Dios. Me pasé con el puto vodka.
De lo grande que era parecía un muro. El color que manaba era muy parecido a mi Bloody Mary. De la condensación, parecía que echaba humo. Bueno. Y sangre. Mucha sangre. Miles, quizás cientos de miles de gotas de sangre que marcaron toda la planta baja del patio interior.
La cara quedó pegada al suelo y a su vez aplastada por el cuerpo. Visto desde mi perspectiva, parecía que el cuerpo hubiera sido cuidadosamente dejado allí. Totalmente tumbado hacia arriba, Con las manos pegadas al cuerpo. El cuello. Bueno. El cuello o las cuerdas vocales mezcladas con vertebras al aire que pasaron a ser la última extremidad visible, le daban una imagen peculiar y diferente a la situación.

Sería grosero decir que la vecina tenía un buen fondo y que en su caso, la belleza no estaba por dentro.
No me percaté de que estaba pensando en voz alta. Julio y Sahid fueron por turnos casi a golpes para vomitar.

En apenas 20 minutos todas los rellanos estaban llenos de forenses de distintas edades. Por ejemplo. Eugenia. Atractiva vecina del 5º había visto cómo en CSI sólo un 2% de las muertes eran suicidos. Pepa. De 75 años, había visto en "¿Quién sabe dónde?" que nunca un suicidio es tan evidente como parece. Eugenio del 8º B, era un ilustrado y en seguida se apresuró a decir que el suicidio venía del latin "Sui" y "occedere" lo que traducido viene a ser que te has suicididado vamos.
La pobre vecina seguía inmóvil en el suelo. Rodeada de su hermana mayor, padre y madre.
A lo mejor esperaban que se levantara, les saludara y les dijera que todo era una broma.
El padre se agachó. Quiso poner el cuerpo bien. Darle una forma más humana.
En ese momento apareció un Rotwailer demasiado familiar en escena. Como si de un atleta de 100 metros lisos fuera, entró en la escena mordió las cuerdas vocales y las arrancó llevándose con ellas la lengua aún caliente de la vecina.
Sin salir del patio, se puso unos pocos metros más adelnte del cuerpo y ante la mirada atónita de los familiares, se zampó su merienda. El silencio se apoderó de la escena y del edificio.

Justamente en ese momento me llamaron al móvil poniendo banda sonora a la situación.
Sólo Mingus Big Band, y su Moanin Mambo podían darle un fondo más extraño a la escena.

viernes, 11 de noviembre de 2011

Finalización de la 6 y comienzo de la 7

Mohamed Al Sahil debatía en sueños con Alá sobre cuantas vírgenes eran realmente vírgenes. Y si en caso de ser vírgenes cuantos años tendrían de media, ya que a él le gustaban más bien maduritas.
Maldito moro hijo de puta. Todo el día hablando de terrorismo y del Edén musulman, cuando lo más cerca de un arma que ha estado en su vida, ha sido o es, cada vez que se pone a cocinar. Maldito desastre. Más de una vez se ha dejado la olla puesta en el fuego o el gas abierto. Él dice que es porque está preparando un atentado. En realidad tanto hachís a conseguido que se le vaya la olla.

En la habitación de enfrente Julio arropa al cliente número veinte de esta noche. Diez más y las próximas navidades podremos comer Shuchard y no la mierda negra esa dulce de marca blanca, que justamente es para los que andamos sin blanca.
Quién lo iba a decir. De futuro candidato en las listas generales de un Partido Político nacional, a gigoló de calle. Total y como dice él "por culo me dan igual".

La casa llena. Mi ropa llena de agua. Los sueños de Sahil lleno de mujeres y la cartera de Julio hinchándose también por momentos. Sin embargo, yo sigo sintiendo esa sensación de vacío. Esa nada que me agobia y me obliga a ser como soy. Tampoco me arrepiento. Mayores hijos de puta que yo hay y el mundo continúa.
Llego a mi cuarto. Me tumbo vestido sobre la cama. Humedezco cual infantil ser la cama en su parte baja. No me he meado tranquilo. Son los calcetines empapados.
La una de la mañana. Me acuesto. Una sombra anaranjada alumbra todo mi cuarto. Putas farolas. Mierda de contaminación lumínica. Lo peor, es que mañana cuando vuelva a por el coche, agradeceré la luz de las naranjas luminosas.
Me acuesto sobre mi lado izquierdo. Dios y Alá lucharán por ver qué destino me aguarda mañana. No es cosa mía. Simplemente me dedicaré a interpretar las notas que me pongan como Art Blakey & the Jazz Messenger, en su canción Moaning.



Capítulo 7

Los gritos de la niñata de arriba me despiertan. 30 años. Vive con sus padres. Trabaja como cajera en un supermercado. Su mayor éxito ha sido salir en una pantalla de discoteca una vez que estaba de marcha con sus amigas. No se le conocen estudios ni beneficio. Por no conocer, no se conoce ni su nombre tras 15 años en el vecindario.
Pelirroja como cualquier otra pelirroja artificial. Pelirroja semaforo. Cara hinchada y labio inferior grueso. Sus manos eran pequeñas y profundas.

Siempre he sido de la idea de que el ser humano, tiene ciertas partes de su cuerpo más o menos desarrolladas en función de sus objetivos. Es decir, el ladrón especializado. El que se ha criado robando, tendrá unas manos finas y puntiagudas. Ideales para escudriñarse entre bolsillos ajenos, entre cajones de cajas registradoras levemente descuidadas.

Ella tenía la nariz como la de una ardilla que mira hacia arriba. Ideal para olfatear, para olisquear las vidas ajenas. Su nariz era como un oído que todas conversaciones captaba con sólo levantarla.
Y como buena ardilla, cuando a ella le tocaba vivir, intentar manejar su vida, se enfrascaba en su bellota. Aparentemente metida en su bellota pero siempre con la nariz ligeramente levantada.

Me acabé la botella de whisky que me ayudó ayer noche a secarme y encontrar sueño.

Mamá o se va mi hermana o me voy yo de casa.- Volvió a silbar la ardilla.
Mamá mira que me voy y no te doy los 600 euros de mi sueldo.- Esta vez lo dijo para que todo el vecindario se enterase.
En ese momento empezaron a escucharse ventanas que se abrían y cuerdas de tendederos que chirriaban. Parecía que todo estaba planificado. Quizás porque no eran pocas las veces del espectáculo mañanero, todas las vecinas cuales buitres carroñeros, vestidas de ovejas, salieron a tender.

Que no me voy a levantar ostia. Que estoy cansada- volvió a decir.
Levántante y anda ... anda que me tienes frita- Parecía Jesucristo pero no. Era su querida madre. - ¿Qué van a pensar los vecinos?-

Ya hablarán de los de abajo. Esa gente es muy rara y uno de ellos tiene cara de loco.-

Me gustó aquella frase. Lógicamente iba por nosotros. Y lo de loco ... imaginé por unos segundos los rostros de Julio, Sahid y la última imagen que conservaba de mí delante del espejo.
Aún así es un buen tema para la próxima reunión de piso. Votar quién tiene pinta de estar más loco.

La hermana pequeña de veinte años, lanzaba sillas o cosas pesadas contra el suelo, lo cual no ayudaba a mi nueva invitada, señora Resaca por supuesto, a hacerle más agradable su estancia en mi cerebro.

Quise vestirme pero no lo hice. Me levanté en calzoncillos. Me comí con el dedo pequeño la pata de la cama. ¿Por qué cojones las construirán de forma que siempre te des la ostia en el mismo dedo? ¿Desayunar? Un señor Blody Mary con extra de vodka. ¿Alcohólico? ¿Yo? Y lo que tú haces con el móvil de última generación ¿no es acaso otro tipo de adicción?

Dejé de prestar atención a la conversación. Me quedé embobado con la cortina de la ventana de al cocina. Como intentando descodificarla. Me pareció ver cómo una sábana de algún vecino se caía a gran velocidad. Como empujada por la lluvia. Durante apenas dos segudos que duró el fotograma de mi recuerdo, fue hasta bello.




Y HASTA AQUÍ LA PARTE 7. AHORA LA ACABARÉ Y PUBLICARÉ EL FINAL EL LUNES.

PARA NO LIARME Y SABER CLARAMENTE EN QUÉ PARTE VOY.

viernes, 4 de noviembre de 2011

Parte 6 de Sir nadie.

Salgo rápido. Vuelvo a huir. Siempre he sido un tipo con buena orientación. De pequeño nada más entrar a un gran almacén, siempre me soltaba de las manos de mi madre para perderme por el lugar. Me paraba delante de los televisores y ponía esa cara de interesante que veía ponían los mayores. Al igual que ellos me acercaba y miraba el precio. Muchas veces siendo una sombra diminuta y paralela de otro adulto cercano. La gente se reía por mi imitación pero yo lo hacía en serio y preguntándome por qué hacían eso.
Como te decía me gustaba soltarme de mis padres para luego jugar volverlos a encontrar.
Siempre pasaban por la caja 8 y 9. Por tanto en cuanto me entraba el miedo, volvía al punto de encuentro y lo vigilaba.

Con la metralla de los recuerdos recobro la noción de dónde estoy. Como si de un gps se tratara he aparecido en el lavadero. Son las 23 de la noche. Sólo como siempre pero lleno de sangre ajena como otras tantas. Una mujer con las tetas fuera se acerca. Joder, o es una loca o una puta. La digo que me espere. Me acerco al 24 horas de la gasolinera compro una litrona de cerveza un bocadillo de lomo. Me acerco a ella y le doy lo que he comprado más un trozo de la piedra de hachís.
Sonríe. Sin mediar palabra se pone a cuatro patas apoyada sobre el coche mojado. Todo sin mediar palabra. Como si de un baile de salón se tratara. Ya pudiera aprender Nestlé de publicitar algo tan dulce de manera tan sútil. Empieza un contoneo de cuerpos que como todo, acaba finalizando.

Por simpático tienes un descuento de 5 euros- Mientras saco 20 euros de la cartera, pienso en por qué los hombres no hacen la calle para mujeres que gusten también de sexo con desconocidos y sin mediar mucha conversación. El machismo es tan en este mundo que los hombres sólo se ofrecen de "Scort" cuya tarifa mínima es de 50 euros con derecho a polvo.
Se aleja contoneándose. Todavía sigo seducido por su mirada. El polvo sólo ha sido una escusa para saciar mi parte más animal. La más básica. Pero le hubiera pagado sólo porque me dejara seguir viendo su mirada y escuchar de sus historias.

Salgo de la gasolinera. Facturas, alquileres, gastos, subo la música hasta desencajarme el tímpano. Esta vez no puedo huir. No dejo de pensar en mi vida. En saber cual fue la decisión que me hizo ser como soy. En qué momento dejé de elegir bien para elegir simplemente.

Hay un Volvo S 40 que lleva un rato detrás. Doy un par de giros extraños. Sigue detrás.
Me freno más tiempo del debido en un ceda el paso. No hay señal de queja. ¿Me estará siguiendo? ¿los colegas del nazi? Ni de coña. No les ha dado tiempo a localizarme. O eso creo.
Cruzo la ciudad y cuando salimos desaparece en la primera salida al extrarradio.
Joder tengo que controlar más este tipo de paranoyas. Ya había empezado a sudar y las palpitaciones.

Comienza a llover. Los vecinos y sus visitas, han elegido que aparque a 5 manzanas de donde vivo. Me empapo. Tendría la opción de resguardarme bajo los porches. No la comtemplo.
Me gusta empaparme. Sentir cómo el frío calienta mis terminaciones nerviosas y condensa mi respiración.
Es tanta la lluvia que cae, que aprovecho para limpiarme los restos de sangre reseca de la ceja. No respiro bien y el polvo ha sido un ataque suicida para mil pulmones. Cada vez con menos oxígeno. Creo que por esa intensidad al respirar me han hecho el descuento.
Llego al portal. Antes de subir me miro al espejo. Me observo de arriba abajo. Tengo dos ojos. Debajo una bola carnosa y debajo de ella mis labios. Pongo mis dedos índice, corazón y anular, tres a cada lado de la nariz.
Suena como si una cuchara grande de madera, cayera desde apenas unos centímetros de altura, sobre una encimera de aglomerado. Respiro algo mejor. Abro los ojos. El tipo que estaba en frente ha retrocedido un par de pasos pero sigue teniend la misma expresión en su rostro.
Subo por las escaleras estrechas del portal. Abro la puerta e intento no molestar a los dos rotwailer del comedor. Uno de ellos se me queda mirando, pero vuelve a su estado de suspensión al saber que era yo.