martes, 14 de agosto de 2012

De una persona a su ser

Era tarde. Tanto que la noche estaba en todo su explendor. Era un día distinto. Las estrellas brillaban con otro tipo de resplandor. Quizás como nuestro protagonista, estaban más apagadas que de costumbre.

Las botellas vacías se almacenaban desordenadas por toda la habitación. Barba, ropa interior y hedor a frustración amparaban su aura. Era un día especial. Cumplía años. Los suficientes como para dejar de comprender el mundo. Quería seguir volando. Alegrar la mañana a cada vecino que se juntara. Hacer partícipe al mundo de que otra visión era posible.

Mentira era todo un espejismo. Un falso reflejo de lo que él no era. La vida le enseñó que sólo existe el color negro. Que por mucho que él lo intentara difuminar a gris, seguía igual. Hedor a perdedor.

Y ese día llegó. Aquella noche era la elegida para volver al rebaño. La rabía le comía sus entrañas. Avanzaba más rápida que una gota de lágrima en el corto rostro de un niño. Porque era ese el mayor problema. Ya no era un niño. Debía de hacer las cosas de manera adulta.
Su problema no era que evitara los problemas. Al revés. Los afrontaba con arrojo.
Su problema era en el fondo la incomprensión. El mundo no entendía que sacara fuerzas de donde no las tenía. Que luchara a contra corriente. Que le diera igual su apariencia porque en el fondo era un gran tipo. Noble. Leal. Con principios éticos. Lo que hoy en día se llama ser un tonto dejado.

Apartó las botellas para llorar cabizbajo. Su llanto era profundo. Como profundo era su ser. Lleno de cicatrices. El mismo mundo que le había hecho ser fuerte, lo hacía vulnerable. Su obsesión era no ser rechazado. Por eso encontró lugar entre mujeres de pago. Demasiado "abstracto" como para que una mujer "normal" (porque normal no es nadie. Porque todos tenemos nuestras rarezas. El problema es que todos las disimulan menos él) se fijara en él.

El amigo ideal. El amante perfecto y detallista. Se escondían tras toda esa apariencia. Quizás esperando a la mujer que supiera mirar más allá de su ropa. De su apariencia. Que apostara fuerte como él hacía en todas sus empresas. Esa mujer nunca llegaría.

Como decía era un gran tipo. Diferente. Extraño. Pero aquella noche decidió dejar de ser así. Era mejor ser aceptado por todo el mundo. Salir a discotecas con mucho ruido. Ser más tranquilo y menos impulsivo. Tener una buena imagen.