miércoles, 26 de octubre de 2011

5ª PARTE Y CONTINUAMOOOOOOOOOOOOOOS

Seguía siendo un tipo duro. Ellas me consideraban un hijo de puta y yo a ellas mis adorables fierecillas. Siempre tan dispuestas a clavarte puñales pero sonriendo. Siempre tan sonrientes.

¿Por qué no coger un hacha? ¿Por qué no dar a la alarma de incendios para tener objetivos fácilmente abatibles? No. Sería demasiado cansado. Posiblemente apenas mataría a cinco o ser personas. Las dos primeras serían laterales. Zarandearía el hacha de izquierda a derecha provocando heridas leves. La segunda sería algún desafortunado que vendría de frente, obligado a ver de cara, la cara de su asesino. Sin hacer nada por evitar ese primer contacto insensible con la hoja del hacha. Obligado a encontrar su minuto más agonizante, por la fuerza que toda la gente huyendo sin saber de qué, ejercería sobre su cuerpo. Y allí se encontraría esa persona. Recibiendo un hachazo de la persona que veía cada vez más cerca y con la mirada ida.
Pero ya digo que nunca lo haría. Me caerían 30 años de prisión, y para el noveno hachazo ya estaría cansado. Abandonado por la adrenalina. Ya que haces algo, que se te recuerde.

A tan sólo media hora de acabar no sé ni qué hacer. He mirado cada rincón del edificio. He pensado en mil cosas y no he hecho ninguna.

Me fumo un cigarro en la entrada. Con esto de la crisis cada vez hay más gente mirando en los contenedores. Vivo en una ciudad donde se han encargado bien de esconder a los vagabundos, para que la gente no les vea. Para que sigan pensando que su vida es la ostia y que la pobreza es algo del tercer mundo. Algo tan lejano que nunca llegará. La putada está en que si la gripe española recorrió media Europa, la pobreza igual. Es como cuando sube la mar. Poco a poco sin que te enteres.
Me lo acabo. Suspiro. Bajo a cambiarme. Ya hemos acabado. Otro puto día esclavo de un uniforme y un sueldo.

En el coche suena lo nuevo de Marea. En la radio se puede leer "sobran burros". La voz de kutxi hace temblar los cristales del coche. La batería marca el ritmo al que golpear y Kutxi los martillea con su timbre. Me paro en un parking. Saco destornilladores y desmonto medio salpicadero para sacar una barrita de hachís. Apenas 60 euros guardados de forma tan rebuscada que tengo que parar para fumarme un porro. De esta forma sólo fumo cuando me apetece. Es una manera de ahorrar en crisis.
Mientras me lo fumo floto. Me dejo llevar. Es la mejor sensación de mi vida en el último año. No me río. Tan sólo sonrío a la nada. Perdido entre partículas de polvo de la moqueta del techo del coche. Me fundo y paso a ser aire fumado.

Por el retrovisor veo lo que parecer ser un skin. Sí. Esa chaqueta bomber, esas botas de "La chaqueta metálica" y esa cara de subnormal no puede tener otro dueño. El cabrón medirá 1.85. Pesar no tengo ni idea de cuanto puede pesar pero me puede destrozar de un soplido.
Cuando pasa delante del morro salgo del coche. Aquella puta hueva no es que fuera buena, es que era mejor.

Eh tú puto skineto. Cómeme la polla hijo de puta.- Ni yo mismo sabía lo que decía. Tan sólo lo dije.

Así que tu madre era una mora y te has atrevido a vengarla ¿no?. Qué valiente, cuando estoy de espaldas y de noche. - Me sentía como un mozo que espera al toro de cara en los San Fermines. Acojonado por el pedazo bicho que se me echaba encima.

Claro que lo pude evitar. Claro que le podía haber tumbado de un puñetazo yo primero pero no lo hice. Me quedé inmóvil. Un líquido viscoso recorría mi cara. Era caliente y denso. Bajaba lento. Como pidiendo perdón por hacerlo. Cuando el líquido tobogan llegaba al músculo elevador del ala de la nariz y el labio superior, sentí un cosquilleo pero no me rasqué.
Se metió por entre mis labios como queriendo pedir permiso pero sin hacerlo. Era salado. Me eché la mano a la cara. Ríos de incosciencia brotaban de mi ceja partida.
El skin seguía delante. Creyéndose más fuerte que yo. Seguro de su fácil victoria. Claro que podía haber ido al coche y meterle un tiro. Pero no lo hice. Simplemente esperé otro puñetazo que me partió la nariz. Sonreía. El skineto se asustaba. Yo cada vez reía más alto. La adrenalina me impedía sentir dolor. La adrenalina luchaba con mi mente a muerte. Sólo uno de los dos se saldría con la suya.

¿Sólo sabes pegar así maricona?- Le espeté algo de sangre en el intento por balbucear aquella frase. Vino con más fuerza esta vez. Sólo que en ese momento me eché a un lado y le puse la zancadilla. La mala suerte hizo que se partiera el brazo y tronará un grito que rebotó en cada uno de los edificios abandonados de la calle. Penetrando en cada inerte habitación que antaño, estuvo llena de vida. Rebotando en cada puto archivador con facturas de mil novecientos y pico que se quedaron olvidadas, hasta que de tanto rebotar se transformó en silencio lejano y también olvidado.
Y digo mala suerte porque la adrenalina había ganado la batalla a la mente y reía sin control. Sin sentido, viendo como el pobre skineto tenía el codo hacia el otro lado y éste se lo miraba incrédulo. Golpeándose la cabeza contra la acera, para supongo, sentir dolor en otro sitio.

Y yo me reía y me reía hasta acercarme a su cara. Hasta acercarme a su oreja y arracarsela de un bocado. Seguía riéndome sin sentido. Me daba igual porque no era yo. Era señora adrenalina.
Y el tontolaba no sabía donde mirar ni dónde sentir. Porque era algo así como un Teletubbi que todo lo sentía. Qué pena no poder disfrutar más de él. De su inagotable y falso orgullo.
Seré bueno y lo dejaré en paz.
Me monto en el coche. Antes. Recuerdo una pequeña cosa que se me había olvidado.

Salgo al maletero. El nuevo sordo se había arrastrado hasta engacharse al culo del coche. Viendo que me impedía abrir el maletero, ni me inmuté. Abrí la puerta trasera. Abatí los asientos que me dieron acceso al maletero. El otro no paraba de gritar y de pedir auxilio.
La encontré. Justo debajo de las alfombrillas. Cerré todo tranquilamente y salí fuera. Me intentó golpear pero se le desencajó más el brazo y se tiró al suelo chillando como un chimpancé nervioso. Me acerqué y se la puse en los huevos. Un chispazo azul de más de 500 voltios recorrió todo su cuerpo. Posiblemente le abré achicharrado la polla. Qué pena. Un crío racista menos en el mundo.

Se queda inmóvil. Está vivo. Soy un hijo de puta pero no un asesino. Tengo todo el culo del coche lleno de sangre. Joder, ahora vete a limpiarlo sin que me vea de camino la policía. Arranco. Qué agusto echaría marcha atras ... No. Contente. No lo hagas. La sangre que sigue brotando de mi nariz me incita a ello. Echo marcha atrás, pero cuando apenas creo estar a unos diez centímetros me acojono. A cambio salgo chillando rueda.

martes, 25 de octubre de 2011

Parte 4 DE ESTA LOCURA MENTAL

Guardé el arma. No es cuestión de hacer el subnormal más de lo habitual. Me toca descanso y subo otra vez a la oficina. Allí tengo allí está Roncesavalles con su mierda de red social. Joder en el fondo somos una cuadrilla de narcisistas que deseamos dar a conocer todos nuestros planes constantemente al mundo. Como si eso interesara a alguien. Espera. Sí que le interesa. A toda esa gente que no le basta con sus vidas y necesitas hurgar en las ajenas.

Me desabrocho la corbata y los pantalones. Sé que no es por ello pero una sensación de ahogo recorre todo mi jodido cuerpo. ¿Iron Maiden? Dios esa mierda heavy debería estar prohibida por ser una amenaza a los oídos. Aún así Killers parace tener buena pinta. Ahí estoy. Intenado parecer normal, escuchando una música para gente con problemas auditivos y analizando a mi compañero de trabajo. Él no lo sabe y quizás yo tampoco lo sabía en ese momento pero su vida era mierda. Intentaba disimular ser normal pero ¿quién cojones es normal? Todos soñamos con ser diferentes para llegar a tener éxito. Tan sólo unos pocos especiales lo consiguen y visto lo visto ni él ni yo aspiramos a algo mejor que una garita y a la sensación de poder que nos da el uniforme.

¿Será la música? ¿Será mi galopante esquizofrenia? Tal vez una mecla de ambas pero que agusto me acercaba por detrás y le hundía la cabeza al muy cabrón en la pantalla. ¿Quieres vida social? Cómete el ordenador de una puta vez. Aún así necesito el trabajo y el llevarme bien con Roncesvalles. Ser nuero del jefe es lo que tiene. Que te vuelve en un auténtico gilipollas intocable. Ahora mismo sobre todo eso. Intocable. Me acabo la granada tan rápido como la intenté desgranar ayer. Salgo a dar el último paseo de 4 horas.

Me acerco por la cocina del edificio. Por desgracia al cocinero se le ha olvidado cerrar la puerta y no puedo evitar ver cómo 3 cucarachas intentan evitar correr desesperadamente, antes de que el cocinero las atrape y las eche a la carne picada de la salsa boloñesa. Recuerdo por qué ya no como aquí desde que está el gilipollas éste. Me encanta pasearme por el restaurante. Ver esas joyas, esos abrigos de falsa piel, entremezcladas con tipos que se creen duros, por llevar las mismas joyas y auténtico cuero en los asientos de sus Bmws.
O ver a ese niño católico, vestido con picos hasta en los zapatos, entremeclado con chonis bacaletas que sólo aspiran a no quedarse embarazadas antes de los 25, rodeadas a su vez de chulos putas con cadenas imitación de oro, cuadrados e inexpresivos como fachadas de edificios.
Todo ello aderezado con seguratas y dependientas, cuyos uniformes han sido cosidos por manos infantiles en Tailandia.
Aún así todos pinchamos "me gusta" o "sí" cuando nos piden por las redes sociales que sintamos lástima por ellos. Una mierda. Qué ostias vamos a sentir cuando esas manos llenas de sufrimiento han cosido, una ropa que hace sentirnos egoístas y triunfantes.

Voy bajando planta por planta otra vez. Son las siete de la tarde y las chicas de electrodomésticos tienen su descanso. Dicen que son las más enchufadas y con la de mierda colombianan que esnifan hasta el Diablo de Tasmania parecería un oso perezoso a su lado.
Como todo drogadicto tienen su ritual para meterse. El suyo es mirarse al espejo. Corregirse el rimel y poner la canción del Rey León. Cuanda acaba la canción, una de ellas ya tiene preparadas las cinco rayas. Cada semana, una de ellas es la encargada de traer 2 de cada 3 días una dosis para las cinco. Así que cada mes las cinco han puesto doblemente su parte.
Cuando empiezan a meterse, los primeros segundos casi lloran, pero instantáneamente hasta Félix Rodriguez De Lafuente se acojonaría por el sonido de hienas que emitían. Aún así 3 de cada 4 semanas sabían que mi visita era olbligatoria para no delatarlas. Ellas se reían como hienas y yo huía de mí mismo como una liebre.

sábado, 15 de octubre de 2011

SI QUIERES LEER EL PRINCIPIO, TIENES 2 PARTES MÁS DEBAJO

Cogí el vaso. Lo miré al trasluz. Todavía tenía las marcas de carmín de sus labios. Me lo acerqué a la boca y lo lamí. Fue extraño pero sensual y erótico. Me puso cachondo lamer aquel vaso sabiendo que ella había bebido antes de él.
Cogí unos guantes limpié todo el vaso y lo lancé desde la azotea. Me da igual a quien hubiera dado. Me apetecía hacerlo y lo hice. Bajé las escaleras como huyendo de un fantasma acosador.

En el camino me encontré a un subnormal intentando mangar una caja de plátanos, metiéndolos en una mochila uno por uno. Lo cogí por la espalda y sin que se pudiera girar para saber quién era, lo metí en un cuarto que teníamos para esos incidentes.
Del primer puñetazo su mandíbula se desencajó. Del segundo le reventé la nariz. Me encanta ver la sangre brotar a borbotones. Ver cómo desea morirse sin mediar una sola palabra.

Cuando salí me ajusté los puños de la chaqueta. Una sensación de haber cumplido con el deber me invadía, se apoderabade cada uno de mis poros y me hacía sonrerir triunfante.
Seguía bajando pero tranquilo. Siempre he tenido un gran olfato. Todos los lugares tienen su olor. Muchas veces el aire tiene un olor muy agradable. Nunca antes lo hemos olido ni podríamos descifrar qué es, sólo sientes que te relaja.
Esta vez el olor del pasillo, me recordó a mi infancia. A cuando volví de un campamento de verano. El olor era agradable. Era alegre pero no cítrico. Dulzón pero no plomizo si no dopante como el azúcar. Me hizo sentirme un niño por apenas 3 segundos que duró ese olor.

Ray Charles con su "you are my sunshine" me hacía caminar ido. Con la cabeza puesta en la nada y dejando a mi suboconsciente cómo lider de mi cuerpo. No pensaba en la nada, no hacía nada pero caminaba. Llegué hasta el sótano. Abrí el coche y saqué la Colt Govemment 1911 que tenía bajo el asiento. La cargué apunté a un niño que pensaba que era de broma. Sonrío como a cámara lenta. Si supiera que podía reventarle la cabeza de un sólo disparo ... Y seguramente si hubiera apuntado a su padre y con un gesto amable hubiera retirado el arma, como si hubiera sido de un error, tampoco pensaría que iba a matarlo dos segundos después. Pero como decía aquel poeta exiliado y machacado "todo lo que se ignora, se desprecia".

Subí otra vez. Con la tontería ya habían pasado 5 horas de trabajo. Me senté a almorzar. Apareció mi jefe ....

jueves, 6 de octubre de 2011

Parte 2. Así que baja hasta la Primera que tiene título

El pinganillo que llevo en el oído derecho está conectado a la radio central. Todo el puto día marujeando sobre la vida de los demás guardias jurados. Que si la Mujer de Pereda le pilló en la cama con otra y se unió. Que si a Roncesvalles le pilló la policía con medio gramo de cocaína.
Siempre lo llevo con el sonido apagado. Casi ni se escucha. Paso de la mierda de otros. Bastante tengo con la mía como para querer meterme en la de los demás.
Si quieren ponerse en contacto conmigo, me enviarán a la radio una señal en forma de pitido que escucharé seguro. Como te decía, lo llevo tan bajo que apenas lo escucho.

En la otra oreja siempre tengo algo de jazz bastante más alto. Ahora mismo estoy escuchando a Louis Amstrong. Dream a litle dream. Increíble. Sé que está prohibido. Me la sopla. Jazz mientras trabajo ¿alguien puede pedir más? .
Aún así no creas que no mantengo mi imagen de tipo duro. Con mi uno noventa de alto y mis cien kilos de músculo voy más que servido para acojonar a adolescentes subnormales, que como mucho llegarán a camareros en la vida. Para las gitanas y los rumanos, siempre pongo mi cara de hijo puta. A los que más andan por las joyerías, suelo pasearme con la mano puesta en la culata del arma. Algún día me gustaría cargarme a alguien. Me da igual que fuera moro que gitano. Español que neozelandés. Agusto descargaba mis dos balas sobre algún desgraciado.

Una vez leí en una entrevista a un soldado americano, que lo peor de estar en Afganistan, es que no tienen nada. Al no tener más que su propia vida en la mayoría de los casos, le daba igual morir.
Muchos de los 0propios soldados, habían destrozado a familias enteras delante de la mirada atónita de otro familiar, sólo por darse el gusto de hacer sentir al superviviente, la superioridad del ejército americano. Claro, al quedarse sólo, es normal que le importe una mierda morir y cuantos más se lleve por delante mejor.

Algo así me sucede a mí pero supongo que si estás viendo esto, ahora mismo es lo que menos te debe importar.
Como te decía, sabía que hoy era especial. A las cuatro de la tarde, Ray Charles me conseguía dormir con su You´ll Never wolk alone. Subí el volumen de la radio de trabajo. Ahora tocaba meterse con el actual gobierno. Joder, McDinal debería dejar esto y meterse a presentador de un programa de radio.

Me paseé hasta la terraza de la azotea. Detrás mía quedaba las tomas generales de los aires acondicionados, extractores y demás gusanos metálicos del centro comercial. La vista era preciosa. Trabajar en una de los cinco edificios más altos de la ciudad te hacía sentirte más miserable y más poca cosa que estar en las cloacas.

Bajé la mirada. Estaba el vaso de Eva. Sabía que era el suyo porque sólo ella se esconde tanto como yo. Con su mirada penetradora y sus anchas caderas, no eran pocos los hombres que quisieron mas no pudieron enfrentarse a ella, en una sudada e íntima lucha cuerpo a cuerpo, por ver quién dibuja el gemido más grande, en la imaginación de los vecinos.

Como te decía, la cosa parecía rara aquel día. Aunque más raro soy yo. Por cierto, Brian Auges con su directo en el festival de Bliezen en el 69, me excitaba. Me incitaba a sacar mis pensamientos al mundo.

Experiencias Jazzmísticas

Escuchaba jazz bajo un flexo recordando aquella tarde.

Todo comenzó a las 4 de la mañana. Tocaba madrugar para ir al puesto de vigilancia para hacer lo propio. Ser un guardia jurado es honrado, arriesgado pero inmiganiblamente aburrido.
Me encendí un pitillo. La cosa no pintaba bien, porque lo primero que oli fue el hedor que emanaba mi cuerpo. Pensé en ducharme. Miré el reloj y vi que no me daría tiempo. Pulvericé mi cuerpo con medio desodorante. La puta capa de ozono se resentirá. Me da igual. No pienso vivir el tiempo suficiente como para que esa mierda me toque.

Cogí el coche. De fondo se escuchaba a Jhon Coltrane. Me lancé a la desértica ciudad para cruzarla y aparcar en la última esquina de la ciudad. Mi cara todavía dormida y mi cuerpo automático ponían cada peladada en el coche para que no sufriera accidente alguno. Coltrane seguía impertérito en su ritmo. Supe que estaba fumando otro cigarrillo cuando me quemó los labios. Había atravesado la mitad de la ciudad y ni me había dado cuenta.

LLegué al centro comercial y aparqué donde siempre. Abrí la puerta donde tenemos los monitores. En el central adiviné la silueta de una mujer que se había agachado y enseñaba la ausencia de ropa interior. Me giré a ahí me lo encontré. El muy hijo de puta se estaba masturbando con aquella imagen. Dios. ¿Por qué existe tanto subnormal en el mundo?
y lo que más me preocupa tras cuarenta y cinco años. ¿Por qué coño debo de conocer yo a todos?

Me miró. Sonrió y se guardó el cerebro insinuándose. Soy de hierro. Atravesé la habitación.
Me encendí otro cigarro. Si estamos en la noche "sin papis" , hagamos de las subnormaladas un estilo de vida. Mi compañeró entró, me habló. Yo seguía absorto en la nada que existía en el cerrojo de la puerta. Asentía pero no era yo. Esbozaba un rugido light en el aire para aceptar sus ganas de charlar. Pero yo no estaba. No es que quisiera parecer Uli Geller pero aquella mañana, aquella cerradura tenía algo hipnótico.

Cogí el revolver. Cinco disparos y sólo los dos últimos eran de verdad. Los otros tres anteriores era de fogueo para acojonar a los delincuentes.

Apago el monitor central y la películar porno amateur de la que disfrutaba mi compañero, se funde en negro.

A las 10 de la mañana seguía igual que todos los días, sin embargo hoy presentía que sería distinto.