jueves, 5 de enero de 2012

No me había escondido. Mi musa se volvió de vacaciones

Siempre que entro a trabajar pido un café en la cafetería central. Cada vez me cobraban distinto hasta que un día de casualidad me contaron que tenía descuento. Un café sólo variaba hasta entonces desde 96 céntimos hasta 140. Siempre paso a las 06: 32 por la misma cámara. Sé que es así porque incluso las veces que voy antes, me paro en la puerta el tiempo justo hasta que marca esa hora. Levanto el café en un brindis con mi sombra, como pensando que alguien me ve en ese momento, y levanta su imaginaria copa conmigo. Simple imaginación porque siempre pienso en que detrás de ese objetivo habrá alguien, cuando en más del 90% no hay nadie.
Aún así brindo. Sonrío. Como un estúpido.

En el fondo soy alguien tranquilo. Risueño y alegre. Pero en el fondo. Como los posos de una planta recicladora. Mi mierda se queda abajo pero su olor reflota y te cala hasta en el fondo más olvidado de tu cuerpo.
Hoy no quiero tener amigos. No los tengo aunque una vez me creí lleno de ellos.

Paseo por lo más escondido del edificio. Me muevo por constantes sincronizaciones temporales.
El gordo que trabaja en la tienda de videojuegos, esconde una chocolatina entre el cristal de la manguera para incendios y su cañería.
Es tremendamente despistado y siempre piensa que se la ha dejado en otro sitio cuando en realidad soy yo quien le coje la chocolatina los días impares. Los pares los dejo para que se la coma y al día siguiente me vuelva a dejar el dulce.
Así pues los días impares a las 17:20 me como la chocolatina. Apenas 20 minutos despues de haberla dejado.

El niñato de Zara escondió debajo de la alcantarilla medio kilo de una crítica marihuana, a la que suele coger un pequeño porro cada día. Justo antes de acabar su turno. Sobre las 17:45. 5 minutos más tarde le sustituyo un cogollo por un poco de cesped que corto antes de entrar. Lo coloco en el fondo del saquito. Qué sorpresa más grande se llevará. Por si acaso que me venga a preguntar.

A las 18:10 que es cuando descansan los dos. Se ponen a follar como criaturas del infierno. Él es así. Como te lo imaginas ahora. Un Nadie. Y ella es una preciosa e inocente niña de 19 años morena. Delgada. Diremos que hasta notoria en su frente mirar. Diremos que le alaga que le regalen cosas. Diremos que no ha tenido tiempo para madurar en el amor.
Él tiene 59 pero se dopa con la pastilla antipitufo gruñón.
Lo bueno es que es todos los días. Lo malo para él es que cada vez le cuesta más caprichos. Lo último fueron unos zapatos de 100 euros.
Y lo mejor de todo es que si la marihuana me pone cachondo, suelo masturbarme mientras la veo masturbarse antes de merendar un trozo de carne. No soy un enfermo. Prefiero pensar que aprovecho los recursos de mi medio. No tengo Internet. Ni pareja.

Por cortesía de la casa a las 18: 40 tengo un enorme y dorado trozo del cielo bien calentito. Con su pelo negro de hormiguitas. Baboseando su interior espachurrado elegantemente sobre sus extremedidades. Es el mejor momento del día. En parte por eso estoy en tan baja forma. Insisto en pagar pero nunca me dejan. La ley del truhan para nunca quedar mal.
Incluso me alegra que me lo ponga esa señora espigada, paragüera narizota y triste mirar que tiene Maria Irene. Ella posee otra mirada. La mirada que posee es de enferma. De loca. Pero está contenida por los antidepresivos.
Me planta un gigantesco garrote de chocolate pegajoso y caliente de más de
250 gramos. Muchas veces no me lo termino. Me lo guardo para desayunar al día siguiente. Otras bajo a Zara y consigo terminarmelo.

19:00 toca mirar una media hora los monitores del control. Formatear discos. Mirar y mirar televisores. 30 mins más de descanso. No hago nada. Me quedo leyendo. No hay nadie en cuatro habitaciones a mi alrrededor. Es la unica manera de hacer algo.

20: 25. Charles. Es un buen tipo. Tiene barba. Bebe whisky de importación en una vieja petaca. Siempre ha llevado el mismo whisky desde que tenía él 12 años. Cuando se la regaló su padre. Desde entonces no había habido día, sin que esa petacara se rellenera con el mismo tipo de whisky. Un Chivas Regal 21 years Royal Salute.
No tenía vergüenza. Dice que la perdió cuando se le levantó el kilt durante un festival a los 10 años.
Nos conocimos y nos caímos bien de primeras. Ambos somos iguales o muy parecidos. No nos gustan que nos toquen la gaita.

El tiempo se me olvida muchas veces hablando de la vida. Muchas veces acabamos a las 22:00 otras a las 21:00. Pero siempre con ese sabor malteño como fondo de nuestras conversaciones. Sentados sobre el cuadrado reposa brazos que da a la calle. Sentados bebiendo y a veces fumando a más de 45 metros de altura. Pero de caernos, nunca nos meteremos una ostia tan fuerte como de las que los ladrillos escuchan contarnos.
Es un gran tipo. Espero que me invite a cenar.

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