jueves, 12 de enero de 2012

Abandonado

En el fondo odiaba ese puto trabajo. Siempre subiendo y bajando putas escaleras. Escaleras interminables. Un puto laberinto de sufridas escaleras. No aguanto a la gente. A los peldaños de la escalera. Al olor a fritanga y a ambientador de las tiendas de menaje. Odio el olor a lejía que desprenden los baños a ultima hora. Las sonrias falsas de las dependientas. Los odio a todos porque en el fondo yo también me odio.

Me odio por estar aquí y ahora. Por no haber escogido otro camino. Odio todo lo relacionado con este uniforme. Con el abuso de autoridad que ejerzo. Odio desde a mi jefe hasta al presidente del gobierno. Pasando eso sí por el cansino del presidente de la comunidad. Odio al mismo odio por ser tan insípido. Tan lleno de vacío.

Dios. Apenas puedo esbozar una sonrisa irónica a cada paso de muerto que doy. Aprieto los dientes y vuelvo a subir los mismos escalones que he bajado. Ya sólo me quedan 3 horas más.
180 minutos. 10800 segundos. 648000 décimas de segundos que caminarían como los enterradores echan las primeras palas sobre el ataud de un fresco fiambre. Con la familia aún delante. Despacio. Borregadamente.

Por qué coño habré pensado en las putas décimas de segundo. Ahora no puedo borrarme el dato más largo de la memoria. Ahora se me harán más pesadas aún.
Es bueno saber los escondrijos de todo el centro comercial. Saber las debilidades y defectos de cada uno de la plantilla pero como todas las monotonías acaban matando.

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