sábado, 15 de octubre de 2011

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Cogí el vaso. Lo miré al trasluz. Todavía tenía las marcas de carmín de sus labios. Me lo acerqué a la boca y lo lamí. Fue extraño pero sensual y erótico. Me puso cachondo lamer aquel vaso sabiendo que ella había bebido antes de él.
Cogí unos guantes limpié todo el vaso y lo lancé desde la azotea. Me da igual a quien hubiera dado. Me apetecía hacerlo y lo hice. Bajé las escaleras como huyendo de un fantasma acosador.

En el camino me encontré a un subnormal intentando mangar una caja de plátanos, metiéndolos en una mochila uno por uno. Lo cogí por la espalda y sin que se pudiera girar para saber quién era, lo metí en un cuarto que teníamos para esos incidentes.
Del primer puñetazo su mandíbula se desencajó. Del segundo le reventé la nariz. Me encanta ver la sangre brotar a borbotones. Ver cómo desea morirse sin mediar una sola palabra.

Cuando salí me ajusté los puños de la chaqueta. Una sensación de haber cumplido con el deber me invadía, se apoderabade cada uno de mis poros y me hacía sonrerir triunfante.
Seguía bajando pero tranquilo. Siempre he tenido un gran olfato. Todos los lugares tienen su olor. Muchas veces el aire tiene un olor muy agradable. Nunca antes lo hemos olido ni podríamos descifrar qué es, sólo sientes que te relaja.
Esta vez el olor del pasillo, me recordó a mi infancia. A cuando volví de un campamento de verano. El olor era agradable. Era alegre pero no cítrico. Dulzón pero no plomizo si no dopante como el azúcar. Me hizo sentirme un niño por apenas 3 segundos que duró ese olor.

Ray Charles con su "you are my sunshine" me hacía caminar ido. Con la cabeza puesta en la nada y dejando a mi suboconsciente cómo lider de mi cuerpo. No pensaba en la nada, no hacía nada pero caminaba. Llegué hasta el sótano. Abrí el coche y saqué la Colt Govemment 1911 que tenía bajo el asiento. La cargué apunté a un niño que pensaba que era de broma. Sonrío como a cámara lenta. Si supiera que podía reventarle la cabeza de un sólo disparo ... Y seguramente si hubiera apuntado a su padre y con un gesto amable hubiera retirado el arma, como si hubiera sido de un error, tampoco pensaría que iba a matarlo dos segundos después. Pero como decía aquel poeta exiliado y machacado "todo lo que se ignora, se desprecia".

Subí otra vez. Con la tontería ya habían pasado 5 horas de trabajo. Me senté a almorzar. Apareció mi jefe ....

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