jueves, 6 de octubre de 2011

Experiencias Jazzmísticas

Escuchaba jazz bajo un flexo recordando aquella tarde.

Todo comenzó a las 4 de la mañana. Tocaba madrugar para ir al puesto de vigilancia para hacer lo propio. Ser un guardia jurado es honrado, arriesgado pero inmiganiblamente aburrido.
Me encendí un pitillo. La cosa no pintaba bien, porque lo primero que oli fue el hedor que emanaba mi cuerpo. Pensé en ducharme. Miré el reloj y vi que no me daría tiempo. Pulvericé mi cuerpo con medio desodorante. La puta capa de ozono se resentirá. Me da igual. No pienso vivir el tiempo suficiente como para que esa mierda me toque.

Cogí el coche. De fondo se escuchaba a Jhon Coltrane. Me lancé a la desértica ciudad para cruzarla y aparcar en la última esquina de la ciudad. Mi cara todavía dormida y mi cuerpo automático ponían cada peladada en el coche para que no sufriera accidente alguno. Coltrane seguía impertérito en su ritmo. Supe que estaba fumando otro cigarrillo cuando me quemó los labios. Había atravesado la mitad de la ciudad y ni me había dado cuenta.

LLegué al centro comercial y aparqué donde siempre. Abrí la puerta donde tenemos los monitores. En el central adiviné la silueta de una mujer que se había agachado y enseñaba la ausencia de ropa interior. Me giré a ahí me lo encontré. El muy hijo de puta se estaba masturbando con aquella imagen. Dios. ¿Por qué existe tanto subnormal en el mundo?
y lo que más me preocupa tras cuarenta y cinco años. ¿Por qué coño debo de conocer yo a todos?

Me miró. Sonrió y se guardó el cerebro insinuándose. Soy de hierro. Atravesé la habitación.
Me encendí otro cigarro. Si estamos en la noche "sin papis" , hagamos de las subnormaladas un estilo de vida. Mi compañeró entró, me habló. Yo seguía absorto en la nada que existía en el cerrojo de la puerta. Asentía pero no era yo. Esbozaba un rugido light en el aire para aceptar sus ganas de charlar. Pero yo no estaba. No es que quisiera parecer Uli Geller pero aquella mañana, aquella cerradura tenía algo hipnótico.

Cogí el revolver. Cinco disparos y sólo los dos últimos eran de verdad. Los otros tres anteriores era de fogueo para acojonar a los delincuentes.

Apago el monitor central y la películar porno amateur de la que disfrutaba mi compañero, se funde en negro.

A las 10 de la mañana seguía igual que todos los días, sin embargo hoy presentía que sería distinto.

2 comentarios:

  1. "Yo seguía absorto en la nada que existía en el cerrojo de la puerta. Asentía pero no era yo. Esbozaba un rugido light en el aire para aceptar sus ganas de charlar. Pero yo no estaba. No es que quisiera parecer Uli Geller pero aquella mañana, aquella cerradura tenía algo hipnótico."

    Impresionante.

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  2. Tu estoy releyendo tus jodidos relatos del guardia y cada vez me parecen mejores.

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