martes, 8 de marzo de 2011

Bli bli bla blá

El muy cerdo ni se había lavado las manos después de mear y ahora estaba cogiendo mi bocadillo de cebolla aliñada con aire y vapor de canela a los mil hojaldres imantados.
Me miró y soltó una broma que sólo debieron entenderla los naciddos allá por el 48.
Me dió igual yo hoy iba a colarle el billete de 50 falso que me endosaron.
Sabía que a las 10:30 miraba el reloj y dudaba en tomarse ese cortado que siempre tomaba. Todos los días hacía lo mismo. Paraba de atender a la gente y se embobaba mirando el reloj, poniéndose a prueba a sí mismo sobre si sería capaz de no tomarse ese tentador cortadito.

Se giró. Un hombre a mi lado tenía un billete de 50 euros en encima del mostrador. Comenté algo de que eso de ir a 110 era una tontería y todos miraron el televisor. Aproveché y cambié el billete.
Después del café con dos sacarinas y siete vueltas en sentido contrario a las agujas del reloj, se disponía a cobrar el dinero que sus clientes le dejaban encima del mostrador.
Yo me dejaba caer a menudo por aquel bar aunque sé que no se me consideraba un habitual. Sabiendo eso también sabía que el camarero pasaba 5 veces el billete por la máquina detectora y si era de alguien conocido no hacía más comprobaciones. Como pensando que un habitual cliente no le intentaría estafar "por la amistad" que se tenían. Mi billete como era de esperar no pitó. El que había colado sí. El hombre lo miró y comprobó hasta 5 veces. No hubo una sexta. Al día siguiente ese camarero extraño e incomprensible pagaría con 50 euros menos en su nómina sus hábitos de cobro.

¿Qué si me sentí mal por aquello? Que le jodan. Total yo tengo 48.50 euros más de los que esperaba. A cambio eso sí en aquel bocadillo que me pedí tuve que saborear el ingrediente extra que le añadió el camarero.

1 comentario:

  1. Espléndido hermano. Un relato directo, sucio y de bajo fondo. Impresionante.

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