viernes, 11 de noviembre de 2011

Finalización de la 6 y comienzo de la 7

Mohamed Al Sahil debatía en sueños con Alá sobre cuantas vírgenes eran realmente vírgenes. Y si en caso de ser vírgenes cuantos años tendrían de media, ya que a él le gustaban más bien maduritas.
Maldito moro hijo de puta. Todo el día hablando de terrorismo y del Edén musulman, cuando lo más cerca de un arma que ha estado en su vida, ha sido o es, cada vez que se pone a cocinar. Maldito desastre. Más de una vez se ha dejado la olla puesta en el fuego o el gas abierto. Él dice que es porque está preparando un atentado. En realidad tanto hachís a conseguido que se le vaya la olla.

En la habitación de enfrente Julio arropa al cliente número veinte de esta noche. Diez más y las próximas navidades podremos comer Shuchard y no la mierda negra esa dulce de marca blanca, que justamente es para los que andamos sin blanca.
Quién lo iba a decir. De futuro candidato en las listas generales de un Partido Político nacional, a gigoló de calle. Total y como dice él "por culo me dan igual".

La casa llena. Mi ropa llena de agua. Los sueños de Sahil lleno de mujeres y la cartera de Julio hinchándose también por momentos. Sin embargo, yo sigo sintiendo esa sensación de vacío. Esa nada que me agobia y me obliga a ser como soy. Tampoco me arrepiento. Mayores hijos de puta que yo hay y el mundo continúa.
Llego a mi cuarto. Me tumbo vestido sobre la cama. Humedezco cual infantil ser la cama en su parte baja. No me he meado tranquilo. Son los calcetines empapados.
La una de la mañana. Me acuesto. Una sombra anaranjada alumbra todo mi cuarto. Putas farolas. Mierda de contaminación lumínica. Lo peor, es que mañana cuando vuelva a por el coche, agradeceré la luz de las naranjas luminosas.
Me acuesto sobre mi lado izquierdo. Dios y Alá lucharán por ver qué destino me aguarda mañana. No es cosa mía. Simplemente me dedicaré a interpretar las notas que me pongan como Art Blakey & the Jazz Messenger, en su canción Moaning.



Capítulo 7

Los gritos de la niñata de arriba me despiertan. 30 años. Vive con sus padres. Trabaja como cajera en un supermercado. Su mayor éxito ha sido salir en una pantalla de discoteca una vez que estaba de marcha con sus amigas. No se le conocen estudios ni beneficio. Por no conocer, no se conoce ni su nombre tras 15 años en el vecindario.
Pelirroja como cualquier otra pelirroja artificial. Pelirroja semaforo. Cara hinchada y labio inferior grueso. Sus manos eran pequeñas y profundas.

Siempre he sido de la idea de que el ser humano, tiene ciertas partes de su cuerpo más o menos desarrolladas en función de sus objetivos. Es decir, el ladrón especializado. El que se ha criado robando, tendrá unas manos finas y puntiagudas. Ideales para escudriñarse entre bolsillos ajenos, entre cajones de cajas registradoras levemente descuidadas.

Ella tenía la nariz como la de una ardilla que mira hacia arriba. Ideal para olfatear, para olisquear las vidas ajenas. Su nariz era como un oído que todas conversaciones captaba con sólo levantarla.
Y como buena ardilla, cuando a ella le tocaba vivir, intentar manejar su vida, se enfrascaba en su bellota. Aparentemente metida en su bellota pero siempre con la nariz ligeramente levantada.

Me acabé la botella de whisky que me ayudó ayer noche a secarme y encontrar sueño.

Mamá o se va mi hermana o me voy yo de casa.- Volvió a silbar la ardilla.
Mamá mira que me voy y no te doy los 600 euros de mi sueldo.- Esta vez lo dijo para que todo el vecindario se enterase.
En ese momento empezaron a escucharse ventanas que se abrían y cuerdas de tendederos que chirriaban. Parecía que todo estaba planificado. Quizás porque no eran pocas las veces del espectáculo mañanero, todas las vecinas cuales buitres carroñeros, vestidas de ovejas, salieron a tender.

Que no me voy a levantar ostia. Que estoy cansada- volvió a decir.
Levántante y anda ... anda que me tienes frita- Parecía Jesucristo pero no. Era su querida madre. - ¿Qué van a pensar los vecinos?-

Ya hablarán de los de abajo. Esa gente es muy rara y uno de ellos tiene cara de loco.-

Me gustó aquella frase. Lógicamente iba por nosotros. Y lo de loco ... imaginé por unos segundos los rostros de Julio, Sahid y la última imagen que conservaba de mí delante del espejo.
Aún así es un buen tema para la próxima reunión de piso. Votar quién tiene pinta de estar más loco.

La hermana pequeña de veinte años, lanzaba sillas o cosas pesadas contra el suelo, lo cual no ayudaba a mi nueva invitada, señora Resaca por supuesto, a hacerle más agradable su estancia en mi cerebro.

Quise vestirme pero no lo hice. Me levanté en calzoncillos. Me comí con el dedo pequeño la pata de la cama. ¿Por qué cojones las construirán de forma que siempre te des la ostia en el mismo dedo? ¿Desayunar? Un señor Blody Mary con extra de vodka. ¿Alcohólico? ¿Yo? Y lo que tú haces con el móvil de última generación ¿no es acaso otro tipo de adicción?

Dejé de prestar atención a la conversación. Me quedé embobado con la cortina de la ventana de al cocina. Como intentando descodificarla. Me pareció ver cómo una sábana de algún vecino se caía a gran velocidad. Como empujada por la lluvia. Durante apenas dos segudos que duró el fotograma de mi recuerdo, fue hasta bello.




Y HASTA AQUÍ LA PARTE 7. AHORA LA ACABARÉ Y PUBLICARÉ EL FINAL EL LUNES.

PARA NO LIARME Y SABER CLARAMENTE EN QUÉ PARTE VOY.

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