domingo, 13 de noviembre de 2011

Final parte 7

Suena un trueno enorme. Giro hacia la izquierda 4 metros, abro agua. Me miro en el espejo, una barba de hace 4 meses asola mi rostro. Tengo la mirada oscura y perdida. No consigo siquiera encontrarme en el espejo. Me mojo la barba con agua caliente. Poso la espuma sin fuerza. Desganado. Cojo la navaja. Me doy un repaso por el gaznate con la hoja. Todo sucede muy lento. No me tiembla el pulso pero no pienso hacerlo.

De lejos creo escuchar a la vecina de arriba. Está a kilómetros de mí. Todo ocurre muy lento. Sólo mi reflejo desganado y yo. Ninguno de los dos parece tener la intención de alegrarle el día al otro.
Me afeito. Me hecho colonia después del afeitado. Joder que si escuece. Pero me alegra saber que al menos puedo sentirlo. Peor sería estar frío.
La vecina sigue chillando. Sigo esuchandola a kilómetros de mi. Cruzo dos metros en diagonal el pasillo saliendo del baño. No para de llover. Qué agusto estoy en casa. Y qué protegido.

Al darme la vuelta Sahid y Julio están apollados en el marco de la puerta. Inmóviles y con cara de pánico. Vuelvo en mí. Esucho el llanto de la vecina. Dios ese puto llanto desgarrador me aterra. Hace que quiera salir pitando sin saber por qué. Supongo que será el instinto de supervivencia.

Voy a coger el Blody Mary que tenía en la cocina. La vecina de enfrente está asomada por la ventana y mira hacia abajo. Doy un sorbo a la bebida. Dios. Me pasé con el puto vodka.
De lo grande que era parecía un muro. El color que manaba era muy parecido a mi Bloody Mary. De la condensación, parecía que echaba humo. Bueno. Y sangre. Mucha sangre. Miles, quizás cientos de miles de gotas de sangre que marcaron toda la planta baja del patio interior.
La cara quedó pegada al suelo y a su vez aplastada por el cuerpo. Visto desde mi perspectiva, parecía que el cuerpo hubiera sido cuidadosamente dejado allí. Totalmente tumbado hacia arriba, Con las manos pegadas al cuerpo. El cuello. Bueno. El cuello o las cuerdas vocales mezcladas con vertebras al aire que pasaron a ser la última extremidad visible, le daban una imagen peculiar y diferente a la situación.

Sería grosero decir que la vecina tenía un buen fondo y que en su caso, la belleza no estaba por dentro.
No me percaté de que estaba pensando en voz alta. Julio y Sahid fueron por turnos casi a golpes para vomitar.

En apenas 20 minutos todas los rellanos estaban llenos de forenses de distintas edades. Por ejemplo. Eugenia. Atractiva vecina del 5º había visto cómo en CSI sólo un 2% de las muertes eran suicidos. Pepa. De 75 años, había visto en "¿Quién sabe dónde?" que nunca un suicidio es tan evidente como parece. Eugenio del 8º B, era un ilustrado y en seguida se apresuró a decir que el suicidio venía del latin "Sui" y "occedere" lo que traducido viene a ser que te has suicididado vamos.
La pobre vecina seguía inmóvil en el suelo. Rodeada de su hermana mayor, padre y madre.
A lo mejor esperaban que se levantara, les saludara y les dijera que todo era una broma.
El padre se agachó. Quiso poner el cuerpo bien. Darle una forma más humana.
En ese momento apareció un Rotwailer demasiado familiar en escena. Como si de un atleta de 100 metros lisos fuera, entró en la escena mordió las cuerdas vocales y las arrancó llevándose con ellas la lengua aún caliente de la vecina.
Sin salir del patio, se puso unos pocos metros más adelnte del cuerpo y ante la mirada atónita de los familiares, se zampó su merienda. El silencio se apoderó de la escena y del edificio.

Justamente en ese momento me llamaron al móvil poniendo banda sonora a la situación.
Sólo Mingus Big Band, y su Moanin Mambo podían darle un fondo más extraño a la escena.

1 comentario:

  1. "Sería grosero decir que la vecina tenía un buen fondo y que en su caso, la belleza no estaba por dentro." BRUTAL.
    ¡Buen final!

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