jueves, 24 de noviembre de 2011

Continuación parte 8

Verás. La ciudad para mi es como una pradera para alguien del campo. Algo que sabes que tienes muy cerca. Que sabes que siempre está ahí. Tan inerte y viva al mismo tiempo. En ambos casos poder perderse durante horas imaginando e incluso llegando a no saber dónde estás, es un placer único.

Panopawer es una ciudad relativamente nueva. Empezó como un pueblo. De ahí debido a unos pactos políticos a barrio periférico. De lo bien que se vivía en Panopawer la gente acudió en masa y pasó a ser una ciudad independiente y autónoma. Panopawer no tendrá más de 70 años y su mayor expansión fue cuando Franco decidió reunirse con Lucifer. Eso sí. La gente siempre ha sido muy luchadora y siempre han sabido qué tipo de urbe querían.

Los gitanos se habían amoldado a las leyes payas. Eran más gentiles y educados incluso que muchos de los nuevos habitantes de Panopawer.
La historia de la ciudad era pausible en cada banco del parque central. Anselmo jugaba con su cuadrilla al mus todos los días en verano. Petaca escondida y Ducados negro para poder toser agusto y sentirse cómo en sus tiempos mozos. Hacía trampas a los que fueron en su día sus propios ediles de ayuntamiento. Allí se reunían Domingo, Joaquin, José, Antonio. En realidad estos últimos hacían un favor a Don Anselmo. Quien perdió la cabeza durante los 80 abusando del ácido. Anselmo recordaba que en su día mandaba. Que tenía poder. Él decía que había sido duque de Amsterdam, rey de Finlandia y que el Generalísimo le preguntaba a él, sobre qué tipo de acciones militares tomar sobre su roja dictadura.

Tres de cada cuatro semanas, le traían ropa en mejor estado, le daban un cartón de tabaco y le regalaban una botella de Chivas rellenada previamente, con whisky de garrafón.
Nunca estaba sólo. Si no estaba con sus amigos, siempre merodeaba cerca Joserra. El mayor ladrón que aquellos arrugados ediles habían conocido. Consiguió cambiar las escrituras de unos terrenos colindantes con la iglesia, para poder tener 2 hectáreas más de campo. Con la industrialización, por las noches se acercaba a las fábricas y abría los coches de los trabajadores. Vecinos suyos y amigos de la infancia. Por no decir de cuando entró al convento y violó a 4 monjas. Una de ellas, una novicia que apenas llevaba dos meses de claustro, que cogió gusto y pasó a servir a un chulo dos calles más abajo. Joserra era su mejor cliente y le hacía descuentos.
Pues bien. Ahora Joserra llevaba gafas oscuras. Tan oscuras cómo su vida había sido. Cuentan, que una vez, al salir corriendo después de un atraco, se cayó sobre una colmena y la abeja reina de picó en la misma córnea del ojo. Que más tarde fue a pescar a un lago con un amigo y que éste le clavó el anzuelo en el ojo. Y fue tan buen cebo y tuvo tan buen ojo su amigo, que sacaron un Barbo de 3 metros y 80 kilos.

Pero eran sólo historias. Joserra, Anselmo y yo sabíamos la verdad. Sabíamos que ... Pero quizás sea más interesante contar que Joserra nunca se separaba de Anselmo. Anselmo era los ojos para Joserra y Joserra dentro de su avanzada edad, era una avanzada hacía la cordura de Anselmo.

Hoy no era verano. En medio del parque estaba Anselmo. Gritando a un árbol que se apartara. Que no necesitaba más compañía que la de su botella de vino. Me acerqué y le di un cigarro.

-Chico, tú me conoces bien ¿verdad?- Dijo Anselmo distinto.
-Hago lo que puedo don Anselmo. Usted fue una persona importante y le admiro pero ultimamente ...-

-¿Ultimamente qué?- Inquirió mientras se encendía, el hasta ese momento, cigarro subencionado por el trabajo de guardia jurado.

-Coño. Pues que desvaría ... que yo le tengo una alta estima. Pero que usted no está en este mundo.- Le respondí con toda la poca bondad que quedaba en mi ser. Quizás reservada para este momento.

-¿Yo? Yo estoy de puta madre. Que me haga el loco no significa que lo esté.- Me dijo pegado a mi rostro. Olía su aliento a garbanzos. Y prosiguió - No me interesa recordar quién fui. Qué hice y cómo lo hice. Todo lo que hice fue porque en ese momento lo vi necesario y justo. ¿Para qué preocuparme una vez que el hombre de la Parca me saluda tras la siguiente esquina a la que llego?- No elegí vivir como Antonio o como José. Yo no elegí tener una familia perfecta, una hipotéca y un BMW una vez jubilado. Yo elegí vivir de otra manera. No conformarme-

Su discurso me dejaba atónito a la vez que ansioso de escuchar cual era su verdadera historia. La que ningún otro de la ciudad. De los que le conocían desde pequeño, conocían. Me daba la llave para acceder al sumun de la sabiduría. Conocer el orígen de dónde vivo sin alteraciones. De forma pura.

Tachín tachán y turututá jajaja Por cierto. Que bien sonaría "Una décima de segundo" de Nacha Pop mientras lees esta ultima parte.

1 comentario:

  1. Sabía que lo ibas a publicar cuando te he visto hace un rato, y aquí estoy, 17min después de que lo hagas, capuyo. Cada día lo haces mejor. Y he de decirte que este trozo, al que no le encuentro la conexión con los demás -por el momento- es por sí mismo una jodida gran pieza. No sé de dónde te lo has sacado pero se lee con gusto, como si fuese una buena cerveza.

    Sigue con ello!

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